Por: ALBERTO CARRASQUILLA |
Para Carrasquilla, las normas actuales
suponen que las empresas son ricas y las personas naturales son pobres.
Foto: Fotoilustración: Carlos Ortega / CEET
Alberto Carrasquilla analiza lecciones de
procesos anteriores que produjeron un 'esperpento'.
El estatuto tributario colombiano, quién lo duda, es todo un esperpento. Y es
un esperpento por una razón relativamente sencilla: el país decidió elevar de
manera importante el gasto público en los años noventa del siglo pasado, en
buena parte para honrar los derechos de diversa índole creados por la nueva
Constitución y, como la necesidad tiene cara de perro, se engendró y fortaleció
el armatoste que padecemos en la actualidad. (Siga este enlace para leer: El abecé de la reforma tributaria del
Gobierno).
La búsqueda incesante de recursos llevó, de manera gradual pero inexorable, a
que el debate tributario en el país se alejara del contexto reflexivo y
analítico que tipificó las discusiones a partir, por lo menos, de la
introducción del impuesto de renta en los años treinta hasta la reforma
tributaria de 1986, liderada por el expresidente César Gaviria en la
administración del presidente Virgilio Barco. Desde esa reforma, a mi
juicio la última que emana de un debate conceptual que enfatizaba los principios
fundamentales de eficiencia y progresividad, el estatuto se ha ido
esperpentizando sin remedio.
Habiendo sido parte de tres de los muchos debates que llevaron al esperpento
actual, he derivado algunas lecciones y corolarios que presento a
continuación.
Lección número 1
Parte importante de la explicación que tiene la inexorable esperpentización
de nuestro código impositivo surge de suponer que las empresas son ricas y las
personas naturales son pobres. En consecuencia, lo que podríamos llamar
la progresividad a la colombiana consiste en 'clavar' a las primeras y exonerar
a los segundos. Es así -como bien lo recuerda el ministro Cárdenas en
su reciente exposición de motivos, usando para el efecto un estudio del Banco
Mundial- que una empresa mediana en Colombia tributa un 50 por ciento más de sus
utilidades que las empresas del resto del mundo.
Corolario
Para eliminar de una buena vez todas las exenciones de que "disfrutan" las
empresas, es necesario redefinir a fondo toda la estructura del impuesto
corporativo, incluyendo los tributos subnacionales y los impuestos a la nómina.
Y para hacer eso, necesitamos cargar mucho más la tributación personal, bien sea
al ingreso o, mucho mejor desde el punto de vista de la eficiencia económica, al
consumo. (Siga este enlace: Protesta de estudiantes del Sena contra reforma
tributaria).
Lección número 2
Otra parte importantísima de la esperpentización inexorable se explica por el
anhelo de hacer política social a través del estatuto tributario. Aunque la
progresividad es parte importante de cualquier estatuto razonable, en Colombia
llegamos a límites inverosímiles. A través de un estatuto que dista de ser
especialmente progresivo en la práctica, como nos lo recuerda elocuentemente
Cárdenas, promovemos vivienda, subsidiamos consumos loables, castigamos consumos
suntuarios, fomentamos costumbres sanas -el ahorro y la lectura-, promovemos
todo aquello que hacen las fundaciones y definimos entornos especiales para las
cooperativas cuyas actividades nos gustan. Y así sucesivamente.
Corolario
Para nivelar el terreno de juego y generar competitividad, es deseable que
toda la política social tenga expresión en la ley anual de presupuesto y no en
el estatuto tributario en la forma de gasto implícito. Es importante que
se debatan los pros y los contras de cada necesidad coyuntural y se definan las
prioridades cada año de manera democrática en el Congreso.
Lección número 3
Una tercera arista es un círculo vicioso cuyo origen, de nuevo, es la premura
y la necesidad. Al llevar un proyecto al Congreso, los gobiernos de la nueva era
tributaria tienen una meta de aumento en el recaudo, razón por la cual están en
actitud de negociar artículos e incisos, siempre y cuando la meta de recaudo
necesaria para la estabilidad fiscal se mantenga. Así las cosas, muchas
disposiciones se introdujeron en el estatuto en el contexto frecuentemente
acalorado de dichos debates, sin la suficiente reflexión y con frecuencia fueron
sofisticados goles de media cancha con origen en este u aquel grupo de
interés.
Esto, naturalmente, genera molestia y desconfianza en la administración y, en
la siguiente reforma, implica medidas compensatorias, frecuentemente en la forma
de intentos de reversar micos, de nuevas regulaciones, de exigencias
documentales y de solicitar facultades administrativas adicionales. Lo cual
lleva a que, en esa misma vuelta o en la siguiente, y al calor de las nuevas
necesidades y premuras, se vulnere el arco nuevamente a través de jugadas aún
más innovadoras y creativas que la vez anterior. Y así sucesivamente.
Corolario
La desconfianza entre la Dian y buena parte del sector empresarial es fruto
del estatuto mismo y de la lógica que ha imperado a la hora de modificarlo.
Minimizarla sería un avance importantísimo para el país, y para lograrlo es
necesario cortar de tajo las dos fuentes que la nutren: la complejidad misma del
estatuto, primero, un problema cada vez mas grave, y, segundo, la lógica
fundamentalmente recaudatoria del debate.
* * *
La propuesta de reforma que se discute en este momento tiene una ventaja muy
importante sobre muchas de sus antecesoras en la nueva era: de entrada,
parece haber asimilado las tres lecciones anteriores y anuncia que no busca
elevar el recaudo, sino mejorar la estructura general de la
tributación. La reforma, adicionalmente, es atinada en muchos de sus
diagnósticos: que el estatuto actual carga demasiado a las empresas y muy poco a
las personas pudientes; que el IVA tiene falencias derivadas de su complejidad;
que hay evasión y elusión en vehículos cada día mas sofisticados; que los
impuestos a la nómina generan informalidad.
El problema de fondo es que el Gobierno no parece creer suficientemente en
sus propios diagnósticos. Si la parafiscalidad es demasiado costosa, no hay
razón lógica para limitar su desmonte y financiarlo con mas impuestos a las
personas que, al fin y al cabo, salen beneficiadas con más formalidad y más
empleo.
Si el IVA tiene demasiadas tasas, no hay razón lógica para dejar tres y mucho
menos para introducir, por la puerta de atrás, tres nuevos impuestos a las
ventas cuyo objetivo es impreciso. Un segundo problema es la animadversión
evidente en los parágrafos dedicados al tema de la evasión. A manera de ejemplo,
me aterroriza la propuesta de que si la Dian sospecha un abuso, pueda revertir
la carga de la prueba, presumiendo culpabilidad en lugar de inocencia, y forzar
al contribuyente a demostrar su probidad. (Lea también: Así toca la reforma tributaria el ingreso de los
ciudadanos).
Reforma, de la A a
la Z
Día a día, los términos para entender el debate de las próximas semanas.
Impuesto
Es un tributo obligatorio que no tiene ninguna contraprestación directa;
busca siempre un beneficio general, como es el caso de la educación, la salud,
la defensa de los pueblos, etc. Es un tributo cuya obligación tiene como hecho
generador una situación independiente de toda actividad estatal relativa al
contribuyente.
Impuesto sobre la renta
Impuesto directo que grava fundamentalmente todo ingreso que
sea susceptible de producir un incremento en el patrimonio de la persona en el período gravable de un año calendario. Por ser
un impuesto personal, grava la capacidad contributiva de la persona.
sea susceptible de producir un incremento en el patrimonio de la persona en el período gravable de un año calendario. Por ser
un impuesto personal, grava la capacidad contributiva de la persona.
Impuesto a las remesas
Se genera con el giro o transferencia al exterior, de renta o ganancias
ocasionales de fuente nacional.
IVA
Es el impuesto al valor agregado o impuesto a las ventas; es el impuesto que
se paga sobre el valor que se le agrega a un bien
o producto y a algunos servicios.
o producto y a algunos servicios.
Acerca del autor
Alberto Carrasquilla fue ministro de Hacienda en parte de los dos mandatos de
Álvaro Uribe, entre el 2003 y el 2007. En ese lapso gestionó varias reformas
tributarias. La más ambiciosa, en el 2006, finalmente fue
retirada.
Alberto Carrasquilla
Exministro de Hacienda
Alberto Carrasquilla
Exministro de Hacienda
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