La nueva reforma tributaria debe tener componentes mucho más tecnológicos que antes cuando primaba más lo estructural o financiero
A dos meses de haber empezado la administración de Iván Duque, aún no se conoce un articulado oficial de lo que será la nueva reforma tributaria; lo que sí se sabe a ciencia cierta es que no llevará el “apellido” de estructural, como todas las anteriores, ni será netamente enfocada en lo financiero, es decir dejará el tufillo alcabalero que siempre ha caracterizado a todas estas modificaciones de los impuestos en Colombia, pues nadie puede olvidar que las reformas impositivas llegan cada 20 meses de la mano de quien esté al frente de la cartera de Hacienda.
Es un hecho que la versión tributaria de Alberto Carrasquilla cumplirá la promesa de campaña de Duque de bajarle los impuestos a las empresas para hacerlas más competitivas y que los pocos impuestos que se reajusten ampliarán la base tributaria, combatirán la informalidad, pero ante todo, se manejarán incentivos que reduzcan la evasión. Si esos preceptos se respetan y se arma un buen articulado, no habría problema con el trámite en el Congreso.
El punto ahora es que los técnicos de Hacienda con la asesoría de la Dian, no debe caer en las discusiones populistas frente al IVA, pues está demostrado que ampliarlo es una buena fórmula coherente desde lo técnico, no solo para crecer los ingresos estatales, sino para ser mucho más equitativos, especialmente en lo que tiene que ver con generalizarlos a varios productos de la canasta familiar, pues lo que sucede en la actualidad es que las exenciones de IVA a varios productos de primera necesidad perjudican a las familias de bajos ingresos y excusan de mayores pagos a las de más ingresos. El sistema financiero ya ha dado señales que está preparado para devolver el IVA ampliado a los más necesitados.
Quienes están en la tarea de estructurar o configurar la reforma tributaria deben empezar por llamarla así, a secas: reforma tributaria, sin usar eufemismos como Ley de Financiamiento, pues este nombre desvirtúa lo que es en realidad, como es que habrá nuevos impuestos, más justos para todos; no podemos seguir exigiendo grandes obras de infraestructura, mayores programas de inversión social si el Estado no cuenta con los recursos suficientes. Pero todo quedará igual o peor si el Gobierno Nacional no incursiona en el mundo digital, tecnológico o de Cuarta Revolución Industrial con esta nueva reforma. El presidente Duque habló durante la campaña de dinamizar la factura electrónica para evitar que muchas empresas sigan evadiendo impuestos, lo cual es un gran comienzo para llevar la administración de impuestos a otro nivel de desarrollo. La Dian no puede seguir con software in house obsoleto, debe aceptar que la era del Muisca ya pasó y que debe adoptar archivos en la nube, big data, blockchain y todos los desarrollos tecnológicos que están a la mano en un mundo globalizado.
El presidente Duque ha demostrado que quiere ser disruptivo durante su mandato y para ello debe llevar el cobro de impuestos en Colombia al siglo XXI. La Dian ya se le ha quitado a los políticos que aún se resisten a perder sus cuotas en las regiones y en la administración central, ahora debe darse el salto y llevar esta entidad a la tecnología de punta. No pude ser que muchas empresas de servicios sepan más de sus clientes que la Dian de sus contribuyentes. La verdadera reforma tributaria no debe ser estructural, ni financiera, debe ser tecnológica.
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