En vez de fijarse en la utilidad neta, los inversionistas deberían considerar el flujo de caja o el Ebitda a la hora de tomar decisiones.
Cuando se trata de distribuir dividendos entre los accionistas, la utilidad neta es uno de los parámetros a los que se acude para repartir las ganancias.
Eso hace pensar a muchos que también sirve para conocer el estado de una compañía a la hora de realizar inversiones. Pero no es así, según opina un grupo de investigadores de la plataforma Capital Inteligente, del Grupo Bancolombia, que aconseja a los inversionistas analizar otros parámetros que muestran realmente una radiografía de una empresa.
“Se nos hace difícil entender por qué el inversionista y la prensa local le hacen un seguimiento tan detallado y le brindan tanta relevancia a la utilidad neta”, señala Jairo Julián Agudelo, gerente de Investigaciones Económicas del Grupo Bancolombia, que en la mencionada plataforma de esa entidad plantea la necesidad de que inversionistas y clientes, al analizar un negocio financiero, se abstengan de tener en cuenta solamente ese indicador e incluyan en el examen el flujo de caja cuyo proxy en el estado de resultados es el EBITDA.
El flujo de caja de una compañía, en efecto, indica la capacidad que ella tiene de contar con los recursos necesarios para apalancar el crecimiento, pagar sus deudas y distribuir dividendos, entre otros. “Cash is king” (la caja es el rey) es una frase clave y lapidaria en el sector de las finanzas.
La utilidad neta, por el contrario, es bastante relativa. “Es una cifra que tiene en cuenta una cantidad de efectos no recurrentes y no operativos y que puede distorsionar las cifras de una compañía –dice el experto de Capital Inteligente–. Uno puede decir que la empresa va muy mal cuando la operación va muy bien y viceversa”.
De acuerdo con el grupo de investigadores que dirige, la utilidad neta no es un inductor de valor. El EBITDA (Earnings Before Interest, Taxes, Depreciation And Amortization), que se define como la utilidad antes de pagar intereses, impuestos, depreciaciones y amortizaciones, muestra señales positivas o negativas frente a la salud financiera de una empresa, el desempeño de su operación y la generación de recursos” Al fin de cuentas, es lo que más le debe importar a los inversionistas, pues serán estos recursos los que apalanquen el crecimiento y la generación de valor futura de la compañía”, explica el gerente de Investigaciones Económicas del Grupo Bancolombia.
De acuerdo con la recomendación hecha a través de la plataforma Capital Inteligente, de Bancolombia, la utilidad neta es un indicador que incorpora en su cálculo una cantidad de variables que no tienen efecto sobre la caja de una compañía. “Por ejemplo, las depreciaciones y amortizaciones de activos fijos no requieren un desembolso por parte de las compañías. La diferencia en cambio, por la exposición de los activos y pasivos en moneda extranjera tampoco significa una salida de efectivo, al igual que los impuestos diferidos tampoco lo requieren. Entonces, ¿por qué se le presta tanta atención?”, pregunta el experto.
“La utilidad neta es un tiro al aire”, agrega. Y advierte además que una compañía no se quiebra porque la utilidad neta sea negativa, pero sí en el caso de que no tenga flujo de caja. En cambio, con flujo de caja positivo, y utilidad neta negativa, puede seguir operando.
“Adicionalmente –señala el experto– es una medida que no requiere cálculos adicionales sino que, por el contrario, es entregada por la administración de la empresa, de fácil acceso y conocimiento público, además de ser la última línea del estado de resultados. El flujo de caja, por el contrario, requiere de un análisis adicional, de carpintería financiera, de entender los estados financieros de la compañía y el impacto que las diferentes variables tienen o tuvieron sobre los resultados respectivos. En pocas palabras el flujo de caja es un concepto más complejo de analizar”.
“La utilidad neta es, en pocas palabras, espuma. Y digo lo anterior ya que esta cifra puede ser distorsionada a través de cambios contables tan sutiles como la forma en la cual se deprecian los activos o se amortizan los intangibles, o en la manera a través de la cual se calculan las provisiones de inventario, entre otras. En realidad, la utilidad neta dista bastante de lo que es la generación de caja de una compañía, que es lo realmente relevante”, añade Agudelo.
Pero a la vez advierte que la utilidad neta sí sirve para algo: hacerse una idea de cómo repartir dividendos y ayudar a saber si va a mejorar. “Por esto le recomendamos a todos los inversionistas que no solo evalúen la utilidad neta, sino que también focalicen su atención a la generación de caja, cuyo proxy en los estados financieros puede ser el EBITDA, y analizarlos en conjunto con otros indicadores de rentabilidad y solvencia, para poder determinar de una forma más robusta el estado financiero de una compañía”, concluye.
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