Colombia tiene un rezago significativo: los estudios del CPC advierten que la productividad laboral en el país está por debajo de América Latina y muy lejos de las cifras de Estados Unidos y los países miembros de la Ocde.
Productividad, el nuevo lema que deberíamos adoptar Foto: Trabajo en equipo
Hoy, mientras Colombia sigue con indignación las investigaciones en los casos de corrupción de la justicia y está inmersa en un debate electoral con proliferación de candidatos y pocas propuestas concretas, otros frentes esperan una mayor atención; máxime cuando el país experimenta una de las desaceleraciones más fuertes de la economía en los últimos años y los altos precios de los commodities, que por años nos impulsaron, parece que no van a volver.
A mediados de la década pasada Colombia se puso una meta: ser uno de los tres países más competitivos de América Latina para 2032. Si bien, como lo ha advertido el Consejo Privado de Competitividad (CPC), hay avances en temas sensibles –como la educación, la infraestructuray el clima de negocios– no son suficientes para incrementar los niveles de productividad del aparato productivo colombiano.
La productividad es uno de los principales caminos para que el país no solo conserve los logros alcanzados en materia económica y social, también lo es para consolidar un crecimiento alto y sostenido en el tiempo. Esto significa hacer más y mejor, con los mismos recursos o menos. Así, las compañías serán más eficientes, los empleos serán de mejor calidad y salario, habrá productos y servicios a mejores precios y los gobiernos podrán tener recursos para financiar sus inversiones.
Colombia tiene un rezago significativo: los estudios del CPC advierten que la productividad laboral en el país está por debajo de América Latina y muy lejos de las cifras de Estados Unidos y los países miembros de la Ocde. La comparación que más se ha venido usando es que en promedio se necesitan más de cuatro trabajadores colombianos para producir el mismo valor agregado que uno estadounidense.
Recientemente, reconocidos economistas y analistas han puesto de nuevo sobre la mesa la importancia de la productividad para la economía y las empresas. El exministro Guillermo Perry y el presidente de Asofondos, Santiago Montenegro, han insistido en los últimos días desde sus columnas no solo en los temas transversales de política pública que pueden ayudar a destrabar la actividad del sector privado, sino también en la importancia de que las empresas logren avanzar en una agenda mucho más eficiente y productiva.
Por parte del Estado es clave contar con instrumentos para facilitar las operaciones de las empresas en la estrategia de crecimiento: una educación de mejor calidad, para tener la posibilidad de atraer talento hacia la economía del conocimiento, mejores vías e infraestructura para reducir costos y tiempos frente a nuestros competidores naturales, una mayor institucionalidad, más formalización laboral y una política robusta de desarrollo tecnológico e innovación hacen parte de esa agenda pública.
Sin embargo, la mayor tarea viene del sector privado. Cita el informe de productividad del CPC que "según Eslava y Haltiwanger (2016), 65,3% del crecimiento de la productividad de las empresas depende de sus esfuerzos internos, como las ganancias por posicionamiento de productos y obtención de mayor participación en el mercado, y la mejora de procesos productivos y prácticas gerenciales. Esto implica invertir más y mejor en aspectos relacionados con ciencia, tecnología e innovación; desarrollar alianzas con el sector académico para contar con un talento humano de calidad y pertinente; establecer estrategias de largo plazo en crecimiento verde y adoptar las mejores prácticas utilizadas por las empresas que son referente de cada industria en el contexto global".
Como advierte Perry, la industria colombiana no sale de su marasmo. Aunque sin duda el ritmo de la economía no está ayudando al sector manufacturero –y lo ratifica el mediocre crecimiento de los últimos trimestres (sin incluir el efecto de la Refinería)–, hoy cuenta con una tasa de cambio competitiva, una reforma tributaria que libera flujo de caja a las empresas –aunque sin duda el ajuste de impuestos golpeó el consumo– y el efecto de Venezuela ya ha sido descontado, la tarea de las empresas debe ser más intensa, buscando mayores eficiencias, con mejores prácticas y comprometidas con una estrategia de innovación. Algunas han mostrado el camino y hoy, muchas de ellas son multilatinas exitosas. Es hora, como dice Montenegro, de que las empresas se apropien de la agenda de la productividad. Ese debe ser el lema.
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