Un producto exitoso, no te llevará a la cumbre de la innovación; conocer a tu cliente lo hará, pues crear experiencias inolvidables es lo que realmente genera diferenciación hoy en día.
Además, está demostrado que invertir en innovaciones relacionadas con la experiencia del cliente, es uno de los frentes que genera mayor retorno de inversión. Sin embargo, más allá de tener un producto o servicio que nos guste dentro del equipo creador, es de vital importancia que este responda a los deseos de nuestros usuarios.
Por tanto, la propuesta de valor tiene, necesariamente, que surgir de un profundo entendimiento del cliente; y digo profundo, porque es común que basemos nuestras planeaciones en hipótesis del cliente, o en el conocimiento que se tiene de una persona en específico. El problema de hacerlo, es que dejamos de lado el concepto de la bioindividualidad, a través del cual se reconoce que cada persona es única y esto aplica a sus gustos, necesidades e incluso situaciones de salud, por lo que no se les puede cortar a todos con la misma tijera. Por eso, dedique tiempo a conocer su cliente más allá de lo obvio; indague por dificultades, cosas que desea lograr y cómo resuelve hoy en día sus problemas. Una idea exitosa es deseable, es decir, responde a una necesidad específica en el mercado; es viable, porque cuenta con sostenibilidad financiera; y finalmente debe ser factible, lo que implica que se cuente con los recursos necesarios para poder hacerla realidad. De estos factores, la deseabilidad es quizá el más importante de todos, pues si su propuesta no resulta atractiva, no sirve de nada con que genere recursos, o incluso con que se cuente con la factibilidad para hacerla realidad.
Una vez se tenga clara esta información, comience a crear. Pero recuerde que esta es una carrera contra reloj en donde es más importante moverse rápido y tener resultados, que esperar ser perfecto. Un producto mínimo viable que se demora en ser validado deja de ser útil, pues pierde el componente fundamental de la oportunidad. No se quede esperando a tener prototipos perfectos, pues la idea de estos es poder salir a la calle y validar con los clientes, por lo que entre más ágil sea este proceso, más retroalimentación se tiene y más pronto se podrán hacer ajustes. Además, pasar demasiado tiempo refinando una idea tiene un peligro fundamental: el de enamorarse de la idea. Si usted se enamora de su prototipo, le será más difícil hacer ajustes que se adapten al mercado, pues la idea se convierte en un hijo, y acabarlo así como así no es una tarea facil.
Entonces, antes de sufrir por el desamor por una idea que no funcionó como se esperaba, tenga claro cual es su objetivo y arriésguese a seguir procesos diferentes a los acostumbrados, pues cuando se quiere un resultado diferente, se debe seguir un proceso diferente. Recuerde que la innovación exige hacer las cosas de otra manera, y este es el único camino promisorio para obtener los resultados deseados.
http://www.dinero.com/opinion/columnistas/articulo/el-cliente-define-la-innovacion-por-juliana-sanchez/255081?utm_source=newsletter&utm_medium=mail&utm_content=dinero&utm_campaign=2018_02_08
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