miércoles, 7 de febrero de 2018

Facturas y robo de identidad

El sistema de facturación de Colombia está roto y el crecimiento de las exportaciones no tradicionales puede ser espurio ¡OJO! 

La factura es el soporte documental más importante de la economía. Quien vende un bien o presta un servicio genera este documento que especifica lugar, instante de tiempo, las partes de la transacción, la descripción del bien o el servicio, su valor y los impuestos que aplican. Con base en ellas se generan todos los registros de información relevantes para medir exportaciones, remesas, divisas vendidas en casas de cambio, endeudamiento y ventas. A partir de ellas se determinan los impuestos, los cobros al fisco por contratos y servicios prestados, etc. La factura genera buena parte de los indicadores con los que medimos la economía. No obstante, la importancia y trascendencia de este registro en Colombia poco se debate la creciente información sobre fraudes con el uso de facturas ficticias. A diferencia de todos los países de la Ocde, en Colombia el sistema de facturación no se controla, no hace parte del corazón de la administración pública y, en mi opinión, está gravemente vulnerado por el crimen.

Por lo tanto, desde 1975 un porcentaje importante de nuestras cifras puede ser dudoso, como lo indica el boom de exportaciones ficticias a Venezuela entre 2006 y 2008, o el de exportaciones de oro de la última década. Así también lo evidencian los escándalos del cartel del sida, del de las gafas, el de la hemofilia; o los esquemas para el pago de sobornos utilizados en la concesión de la Ruta del Sol II o las estructuras usadas en los fraudes de Interbolsa, Estraval, Factor Group, la comisionista Torres Cortés y muchísimos otros casos.

Todos usaron empresas que facturaban ficticiamente para generar gastos que les permitieran no tener que pagar impuestos y así justificar los ingresos mal habidos o la desviación de recursos para el pago de coimas. Otros, como el consorcio SION, generaban facturas falsas por la prestación de servicios para enmascarar su papel de intermediario en el pago de sobornos. Las facturas falsas les permitían a sus clientes contabilizar gastos ficticios, traspasándole el costo de la corrupción a la sociedad a través de la disminución de sus impuestos a pagar.

También ocurre con frecuencia que a empresas inactivas les roban su identidad gracias a la complicidad de alguien de la Dian, un contador o alguien de alguna cámara de comercio. El robo de identidad a personas o empresas es un crimen muy frecuente que poco se reporta y pocos entienden. En Colombia se canalizan remesas a nombre de personas a las que les roban su identidad, existen empresas de construcción y restaurantes con importantes nóminas de contratistas ficticias, los servicios de consultoría desde el exterior también pueden ser ficticios.

Todas estas víctimas de robo de identidad solo son conscientes de la gravedad del tema cuando ya es muy tarde y la Dian les embarga las cuentas. Por todo esto es tan preocupante que en Colombia se siga presentando como éxito empresarial el que se creen 70.000 S.A.S al mes. Ya deben existir más de 900.000 empresas registradas en cámara de comercio y no tributan muchas más de 300.000.

En Colombia es frecuente que las facturas se pre-acuerden. La pre-factura no era solo una práctica de restaurantes que evaden impuestos, también es práctica empresarial. En Colombia, por riesgos de seguridad, muchos de quienes venden productos de consumo básico y requieren de tiendas de barrio para acceder a sus clientes trabajan con intermediarios que no existen en casi ningún registro; la Dian no tiene ni idea quiénes son. Sus contactos con pandillas o grupos armados que controlan los territorios les permiten acceso a donde no todos pueden ir. Manejan efectivo y cuando les venden productos, cuando les pre-facturan, responden enviando la lista de 20 o 30 personas a las cuales se les debe facturar ese mes. Se factura a nombre de personas no obligadas a tributar; los soportes son ficción.

El Miami Herald acaba de publicar una investigación sobre las exportaciones ficticias de oro desde Latinoamérica hacia los Estados Unidos: “Oro sucio, plata limpia”. John Cassara, un exagente de la CIA le viene documentando al Congreso de los Estados Unidos su preocupación por la migración del lavado de activos del sistema financiero hacia las remesas de dólares, la sobrefacturación de exportaciones o la subfacturación de importaciones desde Estados Unidos o Panamá. Evidencia cómo exportaciones de estufas, que en promedio se hacen al mundo por US$465 la unidad, a Colombia salen por US$76,62 la unidad y cuchillas colombianas son importadas a US$34,81 la unidad, cuando el precio global promedio es menor a diez centavos la unidad.

Esto lleva décadas y la ficción de nuestras estadísticas es algo que ameritaría un profundo debate. La población entre 18 y 25 años que consume cocaína viene creciendo rápidamente, cerca de un millón de personas se han sumado a este vicio en los últimos tres años. Esto está aumentando la oferta de dólares que van a presionar la espuria revaluación del peso a costa de los empresarios decentes del país.


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