Pensar que con los mismos gurús, con el mismo modelo y con el mismo manejo de los instrumentos económicos vamos a obtener resultados diferentes es simplemente iluso.
¿Qué nos deja el modelo que hemos implantado?: el segundo PIB más bajo del que se tenga registro (el primero el de Andrés Pastrana) y la caída del mismo –en tres años– más grande de toda nuestra historia. Esto acompañado de la mayor deuda y el mayor aumento de la misma que hayamos conocido. ¿Cómo se llegó a ello?
El estímulo del modelo es el supuesto de la demanda de los mercados internacionales. Estos no consumen los productos en los que tenemos ventajas comparativas. La única nuestra, además del clima tropical, es el salario bajo.
Aspiramos a importar capital y tecnología con las privatizaciones y la oferta de recursos naturales, ambos a precios de remate.
No hay incentivos reales para la instalación de nuevas empresas diferentes de la rebaja de impuestos. (Eventualmente el fácil acceso al crédito y los subsidios, ninguno de los cuales aumenta la productividad).
Para estimular la producción por el lado de aumento de la oferta, nuestra ortodoxia de derecha maneja dos variables: la rebaja del costo del crédito mediante la tasa de referencia del Banrepública y la rebaja de impuestos que produciría un supuesto círculo virtuoso de mayor producción y mayores impuestos.
Las dos premisas –mayores exportaciones y aumento de los estímulos a la producción– fallaron. Es simplemente un hecho: las importaciones aumentaron mientras las exportaciones disminuyeron; la producción industrial y agropecuaria disminuyó. Hasta la construcción ha bajado 7,5% en lo corrido el año.
La solución para el agente ‘Estado’ fue aumentar sus fuentes de ingresos vía impuestos para, a su turno, aumentar su capacidad crediticia internacional con la aprobación por las calificadoras de riesgo de la Reforma Tributaria; y manejo de la competitividad internacional en el libre mercado con la devaluación (disminución del salario en términos internacionales). Resultado: aumento de la deuda externa; baja del PIB, por lo tanto el aumento del ingreso del Estado es a costa del aumento del costo al sector productivo; competencia con las empresas por captar el ahorro con títulos oficiales (o sea recursos de capital improductivos); la rentabilidad y la seguridad para los particulares se logra mediante la fuga de capitales.
Otras estructuras del modelo agravan la situación:
La lógica del mercado es tomar lo bueno de lo ofrecido sin importar las consecuencias o ‘daños colaterales’.
La privatización de los servicios sociales (por ejemplo, salud) se monta sobre el supuesto de la mayor eficiencia en el manejo de los recursos por parte de los agentes del sector privado. Pero no se tiene en cuenta que esto se encamina a que los beneficios de esa ‘mejora’ sean para ellos y no para la colectividad.
Las EPS se endeudan con los hospitales y clínicas que les prestan sus servicios. Lo compensan captando las cotizaciones de los afiliados y los subsidios del Estado (por el Sisben) –con un costo mínimo–. Esto, que inicialmente les representó grandes disponibilidades para aumentar sus servicios, los indujo a competir por la ‘clientela’. Pero esta tiene su límite, lo cual produce un exceso de gastos sin compensación en el aumento global de ingreso. O sea, pérdidas y aumento del endeudamiento.
A su turno, el sistema de hospitales y clínicas tiende a mejorar su tecnología y sus procedimientos mediante nuevas inversiones respaldadas por el consumo que pagan las EPS.
El resultado: las EPS manejan sus desfases y sus pérdidas mediante el incumplimiento de los pagos a los hospitales y clínicas; las ganancias de hospitales y clínicas se reflejan en esas deudas de las EPS; las inversiones de hospitales y clínicas financiadas por créditos bancarios están respaldadas por esas deudas.
Las leyes del Mercado hacen que los hospitales vendan a precios más caros para compensar la mora y el incumplimiento en los pagos, y las EPS compiten con menores cotizaciones que aparentan optimización del recurso empleado; si a clínicas y hospitales se obligara el cobro –es decir, si a las EPS se les forzara el pago– no podrían ampliar sus servicios ni mantener las cotizaciones y el Estado solo puede permitir ese círculo vicioso o enfrentar el peligro de tener que intervenir las EPS y responder por sus deudas. Es un sistema piramidal que por insostenible significa una bomba de tiempo para la economía.
Casos parecidos son las AFP en las pensiones, o los programas de ‘ser pilo paga’, que desvían los recursos de lo que debería ser para el desarrollo de la Universidad Pública convirtiéndolos en subsidios personales que acaban siendo destinados a la universidad privada.
Pensar que con los mismos gurús, con el mismo modelo y con el mismo manejo de los instrumentos económicos vamos a obtener resultados diferentes es simplemente iluso.
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