La aplicación de los avances en las tecnologías de la información y las telecomunicaciones a la actividad financiera trajo nuevos riesgos. ¿Cuáles son?
El surgimiento de burbujas en algunos mercados es un riesgo para la estabilidad financiera.
Desde la crisis financiera internacional de 2007-2008, las autoridades en los países avanzados se empeñaron en fortalecer sus sistemas financieros.
Los esfuerzos más fructíferos tuvieron lugar en la banca, por medio de incrementos del capital para absorber las pérdidas, la limpieza de los balances, el aumento de la liquidez, las mejoras en la transparencia, el acotamiento de las actividades de alto riesgo, el perfeccionamiento de los procedimientos para resolver las quiebras bancarias y la realineación de los incentivos de los ejecutivos para desestimular sus comportamientos imprudentes e irresponsables.
Las autoridades se esforzaron además por estandarizar y hacer más firmes y transparentes los mercados de derivados. De manera paralela, mejoraron la seguridad de los sistemas de pago y liquidación.
También se estrechó la cooperación entre las autoridades nacionales de los diferentes países, gracias a los buenos oficios del Consejo de Estabilidad Financiera con miras a reducir el espacio para la existencia de los arbitrajes regulatorios y lograr una supervisión consolidada de los conglomerados financieros.
Todas estas acciones estuvieron lideradas por las autoridades de los Estados Unidos y el Reino Unido, mientras que las europeas las siguen con rezago. Como consecuencia de ello, los esfuerzos para fortalecer el sistema bancario en algunas partes de Europa no han fructificado por completo.
Sin embargo, gracias al progreso hecho en todos esos frentes, el sistema bancario mundial es mucho más fuerte que antes de la crisis financiera internacional.
El fortalecimiento del sistema bancario redujo de un modo considerable la probabilidad de que en su interior se origine otra crisis financiera sistémica.
Esta podría seguir decreciendo en la medida en que los estándares de regulación y de supervisión se fortalezcan cada vez más y todos los países converjan a los más exigentes, establecidos por los organismos multilaterales de cooperación en estos asuntos.
Riesgos tradicionales
La posibilidad de acometer esa tarea está amenazada por las intenciones de los congresistas republicanos y del gobierno del presidente Trump por desregular el sector financiero y quizá de no participar más en los esfuerzos internacionales para robustecer la regulación y la supervisión.
Una manera de comenzar a hacerlo es llenar las vacantes de la junta de gobernadores de la Reserva Federal (Fed) con miembros que no le den suficiente importancia a ese empeño compartido por otros países del mundo, a través de su cooperación en el acuerdo de Basilea, el Consejo de Estabilidad Financiera y el Banco de Pagos Internacionales. Sin la activa participación que hasta ahora han tenido los Estados Unidos en estos organismos, las oportunidades de progreso en este frente se debilitarían de manera considerable.
La designación de Jerome Powell como presidente de la Fed por el Gobierno Trump parece conjurar en gran parte este peligro. En opinión de los expertos, Powell garantiza en el corto plazo la continuidad en el enfoque de la Fed en la implementación tanto de la política monetaria como en el diseño de la regulación financiera.
Otros riesgos apreciables para la estabilidad del sistema financiero mundial son las burbujas que se inflaron en algunos mercados como consecuencia de una década de extrema laxitud monetaria. Síntomas de este fenómeno se manifiestan en la actualidad en los mercados de acciones, bonos, inmuebles y monedas electrónicas.
El incremento notable de las deudas, tanto del Estado como del sector privado en la mayoría de los países, como efecto también de la postura monetaria estimulante adoptada por los bancos centrales más importantes del mundo, desde la crisis financiera internacional, es otra amenaza para la estabilidad financiera global.
Por tanto, el tránsito a la normalidad de la postura monetaria de esos bancos centrales, por medio de la búqueda de sus tasas de interés neutrales y del repliegue de sus balances, requiere la puesta en práctica de una calibración fina. Solo mediante el ejercicio de una extrema prudencia las autoridades monetarias podrán crear las condiciones de un ajuste ordenado de los mercados financieros internacionales.
El fortalecimiento de la banca alrededor del mundo y la adecuada mitigación de sus riesgos constituyen un pilar fundamental para minimizar las consecuencias del retorno de los mercados a equilibrios menos exuberantes.
Nuevas amenazas
A pesar de la mayor solidez de los intermediarios financieros tradicionales y de la mejora en la transparencia y la eficiencia de muchos mercados, nuevos peligros surgieron en las actividades financieras no bancarias.
Mohamed El-Erian, consejero económico jefe de Allianz, subraya que, si bien los bancos no acometen ya una gran cantidad de actividades de alto riesgo, estas son llevadas a cabo ahora por otros intermediarios financieros que no están sujetos a unos estándares muy exigentes de regulación y supervisión.
Al mismo tiempo, una parte del sistema financiero no bancario disfruta de una falsa sensación de liquidez, con base en la cual sobreestima la de algunos de los activos que transa. Ese es el caso de los bonos corporativos de altos retornos y los de los mercados emergentes, que son muy sensibles a la volatilidad de sus precios.
Asimismo, los fondos negociados en las bolsas (ETF) proliferan, pero los intermediarios que los ofrecen son pequeños en comparación con los demandantes, que son más grandes y complejos.
En la actualidad, las nuevas actividades, productos y servicios financieros basados en la aplicación de las tecnologías de la información y las telecomunicaciones (fintech) surgen y se expanden muy rápido. Por tal motivo, su desarrollo deja rezagadas a la regulación y a la supervisión.
Por su juventud, tampoco se ha establecido cuál será el comportamiento de esas nuevas actividades a lo largo del ciclo.
Aunque sea muy pronto, el sistema financiero y las autoridades también tienen que evaluar las amenazas para su operación, que entrañan la aplicación a sus actividades de los macrodatos y la movilidad, así como de la inteligencia artificial.
Por tanto, aunque la banca es más sólida y los mercados funcionan mejor que antes de la crisis, no es seguro que todos los riesgos de las actividades financieras estén controlados. Muchos de ellos sufrieron metamorfosis y migraron a segmentos no regulados.
Por ello, las autoridades tendrán que ampliar su radio de acción. Ojalá lo hagan de manera oportuna, para minimizar el impacto del ajuste de los mercados sobre la estabilidad financiera a lo largo del ciclo económico.
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